miércoles, 30 de junio de 2010

Uno

Están invitadísisimos al gran especial de aniversario que El hijo de Yaneth tiene para ustedes. Comienza mañana a las 7:00 p.m. con la publicación de un tal Julián Hernández, continúa con artículos de varios invitados especiales que escribieron en exclusiva para nuestro blog. Y finaliza el 31 de julio con el post escrito por la verdadera protagonista de este espacio virtual: doña Yaneth.

martes, 29 de junio de 2010

Dos

No se pierda el gran especial que El hijo de Yaneth tiene para ustedes en la conmemoración del su primer año como escribidor

lunes, 28 de junio de 2010

Tres

-¿Tres?

-Sí, tres

-Oiga, que bueno

-¿Cierto que si?

-Sí, muy bueno

-Casi que no, ¿no?

-Sí, casi que no

-Venga, ¿usted sabe porque tres?

-No, nada ¿y usted?

-Tampoco

-Jumm ¿Qué será?

sábado, 26 de junio de 2010

Cinco

¿Sabía usted que cinco es el número natural que sigue al cuatro y precede al seis?

¿Sabía usted que el numero atómico del Cesio es el cincuenta y cinco? ¿Y que Cesio tiene en total cinco letras?

¿Sabía usted que el numero atómico del Boro es el cinco? Y que la palabra boro también tiene cinco letras (si las pronuncia un tartamudo: b-boro)

¿Sabía usted que resulta si mezclo el Boro con el Cesio? Un mierdero. Un mierdero tiene cinco silabas: un-mi-er-de-ro.

¿Sabía usted que cuando Messi tenía cincuenta y cinco meses estaba a cinco de cumplir cinco años?

¿Sabía usted que el mandamiento número cinco es ‘No mataras’? ‘No mataras’ tiene cinco silabas: no-ma-ta-ras-vé (el man es caleño)

¿Sabía usted que una persona de cincuenta y cinco años ha vivido cinco punto cinco décadas?

¿Sabía usted que si a cinco le multiplico cinco, luego lo divido entre cinco, a eso le sumo cinco, para después restarle otros cinco, el resultado es cinco? Se los juro, háganlo en una calculadora y vera. A propósito, calculadora tiene cinco silabas.

¿Sabía usted que dentro de cinco años va a nacer alguien que en diez años va a tener cinco años de edad?

¿Sabía usted que hace cinco años nació alguien que hoy en día tiene cinco años? ¿Y que dentro de cinco va a cumplir diez? ¿Y que la mitad de diez es cinco? ¡Impresionante!

¿Sabía usted que Alberto VO5 es cinco en todo? (publicidad política pagada)

¿Sabía usted de donde viene ese nombre? Resulta que cuando era joven, don Alberto practicaba boxeo, un día en una pelea lo tiraron a la lona en el quinto asalto, don Alberto se levanto y el árbitro –quien también se llamaba Alberto- le pregunto ¿Cuántos dedos ves aquí? A lo que don Alberto un poco turuleto respondió: Alberto, veo cinco.

¿Sabía usted que en cinco días vamos a estar en la mitad del año?

lunes, 21 de junio de 2010

Diez

Diez!

domingo, 13 de junio de 2010

Viacrucis (tercera y ojala ultima parte)

(¿Es necesario decir que si esta es la Tercera Parte es porque hay dos anteriores? Pues bien, si no las ha leído vaya échele un vistazo y vuelve ¿si? Le aseguro que no se demora nada. Gracias)

De ahí salimos de nuevo para el salón de mi director de grupo, Miguel Páez. ‘El Lulo’ -como popularmente era conocido entre los estudiantes- nos dijo que habláramos con el resto de los profesores a ver si nos ayudaban.

Primero fuimos donde ‘Gupe’, el profesor de Biología al cual le había perdido tres de los cuatro periodos académicos. A penas nos vio nos dio que no, él ya sabía a qué íbamos, ni siquiera nos dejó saludarlo –viejo patán-, nos dijo que no, que ni de fundas, que él no iba a ser tan irresponsable de dejarme pasar.

Era de esperarse: estábamos luchando una batalla perdida. Si bien no teníamos nada que perder, las posibilidades de ganar eran remotas, yo fui un mal alumno durante el año, no había nada que hacer: ellos no me iban a ayudar.

Personalmente creo que el acto de rogar es de las cosas más ofensivas para el ser humano, en serio, que hartera estarle rogando a la gente; y que hartera, también, que le estén rogando a uno. Me fastidia cuando la gente me ruega, me molesta tanto, que en mi vida solo he accedido a una rogación: fue la vez que la propia Carolina Cruz me pidió encarecidamente que le diera un besito de cinco segundos, con lengua.

Me da mamera rogarle a la gente, decía, pero ese día vi tan ilusionada a mi mamá que no fui capaz de bajarla de la nube. Ella creía que había una remota posibilidad de que me pasaran así por así; y yo, que sabía perfectamente que eso no iba a suceder, no le dije nada sino que deje que ella misma se estrellara. No lo hacía de mala gente, eso ni pensarlo; sino que si le decía que yo no quería rogarle a nadie, que mejor nos fuéramos para la casa, después no me la iba a aguantar todas las vacaciones diciéndome –recalcándome- que la peor diligencia es la que no se hace; que si hubiéramos ido a buscar a los profesores, tal vez yo no hubiera perdido el año.

El caso, del salón de Biología salimos hacia el salón de ‘Borracho’ -como cariñosamente le decíamos al profesor de matemáticas-. Con él nos pasó prácticamente lo mismo, lo único fue que el viejo ‘Borracho’ nos atendió un poquito más amable: ‘no hermano, yo no lo puedo pasar’ ‘mire eso: me debe casi todo’ ‘solo me gano el segundo periodo, y eso que raspando’ ‘no, no puedo hacer nada por vos, es mejor que repitas’. Con esas palabras me sentenció.

A medida que se iban cerrando las puertas, las posibilidades de repetir eran aun mayores ¿a quién queremos engañar? Yo tenía que repetir octavo, no había otra, y como el P. Mario –también conocido como ‘Carlos Bianchi’- gentilmente me iba a volver a recibir en el colegio, yo estaba destinado a repetir el año ahí mismo, en el Instituto Técnico Industrial San Juan Bosco -uno de los mejores colegios de la ciudad, según mi madre-.

La vida me estaba pasando una de las tantas cuentas de cobro que ha de pasarme, ustedes no se imagen cuanto no me burlé de los pobres repitentes: si me caían mal los humillaba hasta el cansancio; y si me caían bien, también.

Mi as bajo la manga era el niche ‘Caembo’, él había sido mi director de grupo en sexto y desde ese año venia dándome inglés. Lo que pasa es que siempre tuvo que pasarme, y casado de hacerlo, ese año me había dicho que no lo iba a volver a hacer, que ya había hecho mucho por mí, y que si de pronto llegaba a perder el año, que no lo fuera a buscar.

Yo sabía que por el lado de ‘Caembo’ tampoco había nada que hacer, a pesar de que solo le quede debiendo dos periodos. Mi mamá’ como ya lo conocía entró a hablar con él mientras que yo me quede afuera del salón, sentado en una banca.

Él no pudo atenderla ahí mismo, pues yo no era el único que estaba pasando por tan tedioso viacrucis.

Mi colegio siempre fui muy difícil, estaba diseñado para que los alumnos perdieran, es verdad, mientras en otros colegios perder dos materias era casi que un delito, en el San Bosco era –y creo que sigue siendo- una bendición, a uno le iba bien cuando nada mas perdía ese número de materias; la gran mayoría pasábamos los años debiendo tres materias. Siempre he criticado el sistema educativo colombiano, tiene demasiadas falencias, muchos mediocres como yo ganamos muchos años sin realizar el más mínimo esfuerzo.

Decía que estaba sentado en aquella banca, no recuerdo bien que estaba pensando o que me estaba imaginando, el caso es que el tiempo pasó volando, tranquilamente pude haber estado ahí sentido una media hora y yo creí que había sido tan solo un minuto.

‘Caembo’ salió, me pidió que lo acompañara a la cafetería y en el transcurso me sermoneó como nunca lo había hecho: que yo que pensaba de la vida, que si no me daba pesar de mi mamá, que porque no tomaba el ejemplo de mi hermana… la cantaleta de siempre.

Él dejó abierta una posibilidad, aunque no me había dicho que si me iba a ayudar, al menos tenía serias intenciones de hacerlo. Prácticamente nos dijo que fuéramos a hablar con el profesor que nos quedaba, y que si me decían que no, que definitivamente no había nada que hacer, que volviéramos donde él.

Yo no sabía que pensar, si bien el negro había mostrado algo de interés en ayudarme, este interés no era suficiente –a mi modo de ver-, pues si él de verdad tuviera las intenciones de ayudarme, lo hubiera hecho antes, antes de que hubieran decidido echarme del colegio.

Sin embargo no puedo ser malagradecido, al oscurito le debe mucho, nunca tendré como pagarle: me pasó todos los periodos de cuando yo era vago –más vago-; siempre estuvo ahí para cualquier cosa, para interceder por mí ante otro profesor, para lo que fuera. En el colegio tuve muchos profesores buenos, pero ninguno como el negro Carlos Emilio Bonilla.

La última estación vendría siendo la materia de “Lectura Creativa” no voy a comentar sobre ella porque me imagina que ustedes ya sabrán lo provechosa que es para un alumno de bachillerato. Los mamertos dirán que sí, que esa clase de asignaturas estimulan el arte de leer en los jóvenes. Pero no, y que pena contradecirlos, esa materia no era más que una pérdida de tiempo, una basura; esa clase de estímulos vienen desde la casa, y en ausencia de esta, para eso está la Play Boy, que si bien no estimula la lectura, estimula otra cosas más provechosas para un muchacho de 13 años.

Como ya les había dicho, esa clase me la daba “El Lulo” mi director de grupo, el hombre siempre fue alguien noble, es de esas personas que son una madre con todo el mundo, excepto con los poquitos que le caen mal; ¿y adivinen qué? Sí, que vaina, yo estaba en ese selecto grupo.

Mi mamá fue quien tomó la vocería durante todo este viacrucis, “El Lulo” la escuchaba pacientemente mientras hacía cara de tragedia, él no se imaginaba –después de eso me lo confesó- como alguien como yo podía ser hijo de un ser tan especial como ella.

-Es que todos los genes buenos se los llevó mi hermana profe, a mi me tocaron los malos, los de la familia Hernández –respondí aquella vez

Déjenme confesarles que yo no sé el man que me vio, el caso fue que al final dijo que en el fondo, muuuuy en el fondo veía en mi una persona íntegra, de buenos valores, inteligente, blablablá; y que solo por eso me iba a ayudar, ahh y que porque mi mamá no se merecía ese sufrimiento que yo le estaba brindando.

Primero me hizo prometerle que iba a cambiar, que de a partir de ese momento iba a ser una mejor persona, un mejor alumno y sobre todo, un mejor hijo; créanme que desde ese entonces he tratado de cumplir, al menos en el ultimo, ya que es el que más me importa. También me dijo que él no me iba a regalar nada, que si quería que me pasara tenía que llevarle ese mismo día el cuaderno.

Mi mamá se puso contentísima con la noticia, alegría que le duró unos 30 segundos –calculo yo- pues al salir del salón le dije que yo no tenía ni cuaderno, que ¿cómo íbamos a hacer?

-¿Cómo vamos a hacer? ¡No! Como va a hacer usted, yo ya hice lo que tenía que hacer. Ahora de camino para la casa paramos en una papelería y compramos un cuaderno

-Pero Má: mire la hora que es, yo ahora tengo que ir a entrenar -por esa época yo acababa de entrar al equipo “El Limonar”, equipo donde terminé mi carrera futbolística

-¿Qué? ¿Usted que está diciendo? ¿Qué le pasa? Usted no sale de la casa si no es para traerle el cuaderno al profesor

Efectivamente pasamos por una papelería y compramos un cuaderno ahí de los baratos, llegue a la casa, mi mamá me sacó un morro de periódico que tenia no sé dónde y yo me di a la tarea de copiar noticias a lo loco –ya les había dicho que la materia no era más que copiar puras noticias del periódico ¿cierto? Dizque “Lectura creativa”, mas creatividad tienen los comerciales de Noxpirin-

Recuerdo que escribí y escribí sin parar, tenía la mano adolorida, tan cansada como la debe d tener una cuarentona solterona, así mas o menos, tuve dolores en esa mano como dos semanas seguidas; y eso que precisamente esa mano la tenía muy bien entrenada por aquella época -ustedes me entienden-.

Agarré mis chiros y salí corriendo hacia el colegio –a ver, no me fui corriendo literalmente, cogí taxi-. Al llegar el vigilante me dijo que el profesor se había ido hace mucho rato; yo le dije que eso no podía ser posible, que él me dijo que iba a estar toda la tarde allá.

En ese momento se me vino a la cabeza que quizá la estrategia del “Lulo” había sido esa: zafarse de nosotros mientras huía para más nunca volver. “Lulo” pirobo, mucho vivo, quien lo ve con esa carita de huevón que se mandaba, me la hizo perfecta –pensé

-Pues déjele el cuaderno aquí conmigo por si vuelve

-Bueno Vigi, hágame ese favor, a penas lo vea le dice que Julián Hernández le dejo este cuaderno

Esa semana no hice más que pensar que pudo haber pasado, si de verdad me iba a ayudar, si habría vuelvo horas después a recoger el cuaderno; o si por el contrario me había hecho todo eso en forma de venganza, si su plan era pagarme con la misma moneda: ilusionarme, jugar con mis sentimiento para que al final yo tuviera que repetir el año, como debió haber sido.

A los ocho días volví a la dichosa despedida de cinco mil pesos. Que cuota tan barata ¿no? O iban a traer una puta barata para todos, o las papitas que iban a ofrecer iban a estar vencidas. Pero no, ni lo uno ni lo otro, la diarrea que me dio esa vez fue producto del cholado que me comí a la salida del colegio ese día.

En la despedida no fui capaz de dirigirle la palabra al “Lulo” yo estaba seguro que me había hecho la mas farisea de todas las jugadas. De repente se me acerca y me dice que ya todo estaba solucionado, que ese mismo día había cambiado la nota y que yo podía pasar a noveno.

Yo le dije que sí, que ese mismo día le había traído el cuaderno y le mostré la mano que aun la tenía adolorida de tanto copiar; el man puso una cara de sorpresa y me dijo:

-¿Ahh si? –alzo los hombros y siguió- igual yo ya le había cambiado la nota

Con eso me dio a entender que todo mi esfuerzo había sido en vano, que tanta copiadera, que tanto estrés, que tanto corre-corre no había servido para nada –entre comillas- pues al fin y al cabo él no había visto el cuaderno y había cambiado la nota desde antes.

-¿Cómo así? ¿Me hiciste hacer el show para nada? No Miguel, no jodas, vos sos un hijueputa


PD: El hijo de Yaneth le desea a su hermana el mejor de los cumpleaños, le dice que la quiere mucho y reza para que cumpla muchísimos más. También le da las gracias por ser como es, por aguantárselo todos los días y sobre todo por ofrecerle ese cariño que siempre le ha brindado, cariño que de una u otra manera él trata de corresponder.

Públicamente le confiesa que la admira, que la considera una excelente persona y que le augura muchos éxitos como profesional, le desea todo lo mejor y le recuerda algo que ella tiene que saber: que con ese mancito que escribe en este blog puede contar siempre para lo que necesite.

lunes, 7 de junio de 2010

Viacrucis (segunda parte)

(A ver, si dice ‘segunda parte’ es porque ya hubo una primera ¿cierto? Aquella la puede ubicar aquí mismo, no tiene que ir a otro sitio, solo tiene que bajar un poco y tendrá la dicha de encontrarla - aproveche el gangazo-http://elhijodeyaneth.blogspot.com/2010/05/viacrucis.html )

Llegamos al colegio y de repente todo se nubló, yo no había dimensionado las consecuencias de la inevitable pérdida de octavo: tocaba conocer gente nueva; hacerme amigo de los de séptimo, de quienes tanto me burlaba; ver, años después, a mí compañeros graduarse antes de mí. Todo eso lo visualizaba y me entraba un escalofrío por todo el cuerpo. Diría, a partir de ese año: ‘estoy en noveno, pero debería estar en decimo’ ‘estoy en once, pero debería estar en la U’ y así sucesivamente, de por vida.

No quería entrar al colegio, no debía entrar al colegio, caminaba lento, veía para todo lado, quería que se abriera un hueco y me tragara. Mi mamá, por su parte, ya estaba acostumbrada a que yo perdiera materia, muchas materia, pero nunca se imagino que yo había llegado al extremo de perder un año. Ella por supuesto aun no lo sabía.

-Ve má, la oficina de Mario está cerrada –Mario era el Padre Mario, director de mi colegio- eso es mucha biblia: se encierra allá arriba en la comunidad para no tener que atender a tanta gente que le viene a rogar que los pase o cosas así –le dije a mi mamá sin ser consciente de lo que decía

Ella no me prestó atención y seguimos caminando hacia mi salón. Allá estaba Miguel Páez, quien a su vez era mi director de grupo y profesor de ‘catequesis’ y ‘lectura creativa’ –dos materia basura-.

Afuera del salón estaban unos compañeros que ya habían recibido sus notas, era un grupito de esos mongólicos que tienen una increíble facilidad para hacerse detestar. Uno de ellos, no recuerdo quien, me dijo:

-Ve Hernández, perdistes el año

-No se dice perdistes, se dice perdiste, bobo

-Perdiste bobo

-Ahh, pana: abrase que no estoy para perder mí tiempo con idiotas –le dije

-Idiota y todo, pero gané octavo

-No le digo, hoy en día gana octavo cualquiera

Mi mamá me miró con extrañeza pero yo le dije que no, que es que esa era la ‘recochita’ de los tontos.

-Señor Hernández –saludó mi director de grupo, quien estaba en el salón con unas madres de familia, de esas lambonas que como no hacen nada, mantienen en el colegio participando en cuanta actividad se les ocurre. Casualmente son las madres de los mongólicos que mencioné anteriormente

-Q’hubo profe

-Doña Yaneth ¿Cómo ha estado? Tomen asiento

Nos sentamos en frente del profesor y las señoras estas se fueron para el otro costado del salón, hasta metidas eran.

-Bueno –comenzó Miguel Páez, mi profesor- ayer nos reunimos con el comité académico y disciplinario del colegio y analizamos el caso de Julián. Tomamos los aspectos positivos y negativos y llegamos a varias conclusiones:

>>Julián es un líder por naturaleza, colaborador, es un gran amigo, sus compañeros lo estiman, es un estupendo deportista, es un muchacho culto, amable, de buen trato…

-Un momento, profe –lo interrumpí- ¿de cuál Julián estamos hablando?

-Si ve, a eso voy, Julián tiene un sin número de cualidades –él seguía hablando de un Julián que yo no conocía- pero muchas veces hace mal uso de esas cualidades, en ocasiones aprovecha su liderazgo para llevar al grupo en recochas y cosas contraproducentes, desarrolla su creatividad pero para ingeniarse diversas maneras de hacer copia, se vuelve ofensivo con sus compañeros, no respeta ni a los profesores y esa cultura general que tiene, la aprovecha para hacer quedar mal a los demás –ahora si estaba hablando de este Julián-.

-Vea doña Yaneth, aquí saque una lista con las cosas buenas y las cosas malas de Julián

-¿Me puedo quedar con ella, profesor?

-No, si quiere sáquele copia

Mi mamá me la pasó y yo tuve que ir hasta la fotocopiadora que quedaba en el segundo piso. Le eché un vistazo a la lista mientras subía las escaleras y me encontré –como era de esperarse- que las llamadas cosas buenas no eran ni la mitad de las cosas malas.

Cuando volví al salón encontré el ambiente como pesado, primero pensé que era por las gordas estas que estaban con el profe, pero después caí en cuenta que era porque mi mamá tenía los ojos aguados.

Con una mezcla entre tristeza, decepción y rabia, me dijo:

-¡Perdiste el año!

-¡Que! –yo me hice el sorprendido

-Si, lo perdiste, y eso no es todo, hay algo peor

-¿algo peor que perder el año? –le dije- ¿Qué? ¿Perderlo dos veces? ¿O es que me van a bajar a primaria?

-No es momento de chistes, te cancelaron el cupo, no te van a volver a recibir

Ya más calmada me dijo que había quedado con 4 materias: matemáticas, ciencias naturales, inglés y lectura creativa.

¡Imagínense! ¡Lectura creativa! Esa mierda consistía en llevar el periódico, leer una noticia y pasarla al cuaderno. Sí, yo estaba perdiendo el año por esa estupidez.

A mí me parecía una pérdida de tiempo, ¿en que nos serviría eso para nuestras vidas? ¿No era mejor estimular la lectura de otra forma? No sé, con la revista Play Boy, o las historietas de condorito.

Mi mamá le dio las gracias al profesor, tomó el boletín con las notas y se despidió. Antes de salir una de las viejas esas la llamó y le preguntó que si yo quería asistir a la despedida, que solo había que dar una cuota de cinco mil pesitos.

Yo le dije directamente a la señora que no, que si acaso no había visto que acababa de perder el año, que con que gracia yo iba a asistir a tal despedida.

Mi mamá sacó un billete de cinco mil y se los pasó a la señora

-Apúntemelo hágame el favor

-Claro, si señora ¿Cómo es que se llama el joven?

-Usted lo sabe –le respondí- o si no pregúnteselo a su hijo, él no hacia más que ponerle quejas a los profesores de mi

Salimos del salón y mi mamá ni me miraba, no era capaz de dirigirme la palabra. Yo estaba triste, si, pero no por haber perdido el año, sino por haber defraudado a mi mamá, por haberle causado ese dolor. No era fácil para ella asimilar que yo había perdido el año. Ella siempre me ha dicho que mi única obligación es estudiar, que yo solo tengo que responder por el estudio, que del resto se encarga ella.

Ahí sentí que yo era un mal hijo, un inconsciente que no valoraba todo el esfuerzo con el que mi mamá nos ha sacado adelante a mi hermana y a mí. Sentí que la había defraudado de nuevo: ella siempre espera que le diga que la amo, y no se lo digo; que le obedezca en todo, y no soy capaz de hacerlo; que sea respetuoso y cortes con mis mayores; y no lo hago; y muchas cosas más a las que ahora se le sumaba el hecho de haber perdido un año.

De repente, como caída del cielo, se apareció una señora, yo no sé de donde salió, yo nunca en la vida la había visto, y creo que nunca más la volveré a ver.

-señora ¿Qué le pasó? –le dijo a mi mama

Yo le hubiera respondido: ¿qué le importa? vieja metida. Pero ustedes ya saben como es mi mamá, ella jamás le respondería así a nadie, por el contrario: se detuvo y le hizo un breve resumen.

-ahh ¿entonces perdió el año? Pero ¿con cuantas materias se quedo? ¡¿Con cuatro?! No, señora, vaya alegue, no sé, haga algo, hay mucha gente a la que están pasando con cuatro materias –en mi colegio se ganaba el año si uno quedaba máximo con tres materias perdidas

-Pues mijo, nada perdemos con intentar

-No mami, vámonos, a mi no me gusta rogarle a nadie.

Ese día no importaba lo que yo quisiera, ese día no valía nada que saliera por mi boca, yo era un cero a la izquierda y lo seria no sé hasta cuánto tiempo más.

Mi mamá me cogió de la mano y justo volvimos a donde mi director de curso, ella le preguntó que si había algo que hacer. Él le dijo que no, que la decisión ya estaba tomada. ella le dijo que es que por ahí había una señora que le había dicho que con cuatro materias estaban pasando a algunos’ él le dijo que este no iba a ser el caso, que si quería que fuera a hablar con el rector, que si mucho me recibían de nuevo para que repitiera octavo allá mismo.

El rector no se estaba escondiendo –como yo pensé-, lo que pasa es que estaba atendiendo en el salón de audiovisuales, y para hablar con él había que hacer una fila como de 50 personas que, al igual que yo, también iban a ir a suplicarle algo.

Yo hice la fila y cuando entramos mi mamá se puso a hablar con el rector, él le preguntó que como había seguido –ellos no eran muy amigos, pero el Padre tenía conocimiento del delicado estado de salud con el que mi mamá había estado durante todo ese año-.

Cuando terminaron de hablar mi mamá le dijo

-Padre, imagínese que aquí el joven me perdió el año

-¿Qué? ¿Cómo así? –El Padre se veía confundido, como si la noticia lo hubiera cogido de sorpresa- déjeme yo miro aquí en mis listas… ay si, Hernández, aquí me aparece que perdiste el año

-Si, Padre, lo perdí –le dije con la cabeza baja, sin poder mirarlo a los ojos

-Por eso venimos a hablar con usted –me interrumpió mi mamá- queremos saber que podemos hacer, no sé, hablar con los profesores, cualquier cosa

-Si, doña Yaneth, pues ellos son autónomos en sus decisiones, vaya a ver que les dicen ellos

-Venga, Padre, y si no hay nada que hacer ¿usted me lo puede recibir de igual forma? Es que también le cancelaron el cupo

-Claro, ni más faltaba

(ESTE VIACRUCIS NO SE HA ACABADO, ESPERE EL FINAL)

PD: el hijo de Yaneth está buscando trabajo para vacaciones, dice que se le mide a lo que sea: desde mesero hasta fufurufo, eso sí, este servicio solo es para el público femenino (lectoras del blog tiene descuento) Informes aquí.