Santiago de Cali, 22 de octubre de 2017
Señores
Escuela de Estudios Literarios
Ref.: Carta de intención –también llamada carta de
exposición de motivos– para ingresar a cursar la Maestría en Literaturas
Colombiana y Latinoamericana
Hola,
muy buenos días, o buenas tardes, o buenas noches,
depende de en qué momento del día lean esto.
Yo, Julián Darío Hernández Trujillo, identificado con el
número de cédula de ciudadanía que aparece debajo del nombre que aparece debajo
de la firma que va al final de esta carta, vecino –por fortuna– de la ciudad de
Cali, por medio de la presente expreso los motivos por los cuales deseo –y no
se imaginan cuánto– ingresar a la Maestría en Literaturas Colombiana y
Latinoamericana de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del
Valle.
Me incómoda hablar de mí. Pero creo que la causa lo
amerita:
Tengo 26 años, vivo con mi mamá y mi abuela, tengo una
hermana mayor –la cuál es egresada de la Univalle tanto en pregrado como en
posgrado en el campo de la salud–, tengo una sobrina y dos ahijadas –entre
ellas mi sobrina–, juego mucho fútbol –mucho en cantidad, no sabría si en
calidad–, soy hincha de un equipo de la ciudad que, por ahora, prefiero
reservar, me gusta Dr. House, Seinfeld y Brooklyn 9-9, las películas de Tarantino,
Woody Allen y Alexander Payne –sobre todo las de Alexander Payne–, y, como
deben de suponer, me encanta la literatura.
Estudié Comunicación Publicitaria en la Universidad
Autónoma de Occidente. Siendo estudiante fui miembro por más de dos años del
Comité de Currículo del Programa. Comité al cual hago parte ahora como
egresado.
Siempre soñé con trabajar en una agencia publicitaria en
Bogotá, pues sentía que allá sí se movía la industria. El sueño lo pude cumplir
desde antes de graduarme de la universidad, conseguí mi práctica profesional en
la agencia TXT como redactor creativo –o copywriter, o simplemente copy, como
se le quiera llamar–; de ahí pasé a la agencia DDB, una de las agencias más
reconocidas del mundo –uno siempre dice eso de las agencias– y, aunque siempre
tuve la ilusión de poder trabajar ahí, el caos y la agresividad de la ciudad
hicieron que tomara la decisión de regresarme a Cali después de año y medio;
aquí entré a trabajar a Marca Registrada, una de las agencias más grandes a
nivel local. Luego pasé a ser parte de Saatchi & Saatchi, otra de las
agencias más importantes del mundo –¿ven que uno siempre dice eso?–, pero algo
pasó entre los duros de la oficina de Colombia y el Holding Global, pelearon
por algo que ni idea y ya nos llamamos Barbara & Frick. Tengo 5 años de
experiencia en el campo y siempre me he desempeñado como redactor creativo –o
copywriter, o simplemente copy, como se le quiera llamar–, manejando clientes
como Harinera del Valle, Comfandi, Reebok, Recamier, Michelin, Davivienda,
Terpel y otras más que, me temo, no vale la pena mencionar.
En el 2014 ingresé al Taller de Novela Ciudad de Bogotá
–taller dictado por Pedro Badrán, auspiciado por el IDARTES y al cual se
postulan más de 500 personas y solo eligen aproximadamente a 30, o bueno, eso
dicen pero yo no creo–. Actualmente curso el Taller de Escritura Creativa
Comfandi dictado por Julio César Londoño.
Imagino que los estoy aburriendo con tanta cosa personal.
Yo de ustedes ya hubiese dejado la lectura de este texto hacía rato. Además,
imagino, tienen otras tantas por leer.
Pero entremos en materia:
No sé qué tan cliché pueda sonar –o qué tan predecible pueda
parecer–, pero mi pasión es la literatura. Tanto, que cuando estaba en tercer o
cuarto semestre pensé en salirme de Publicidad para estudiar Literatura. No sé
por qué, no sé si fue lo correcto o no, pero tomé la decisión de seguir.
Imagino que, en su momento (2010), supuse que bien podría complementar la una
con la otra –mi trabajo de grado se tituló La literatura como recurso del
creativo copy– y que después podría estudiar la maestría –imagínense, desde ese
tiempo les puse el ojo–. No me arrepiento, la publicidad me ha dado mucho, he conocido
personas valiosas y he hecho cosas que podría decirse que me llenan de orgullo,
cosas que quizá no vienen al caso.
Entiendo –o creo entender– de qué se trata la maestría.
Sé que no es para ser escritor ni mucho menos –lo menciono porque es lo que más
me han recalcado las personas que han estudiado la maestría y a quienes me les
he acercado para conocer, de viva voz, algo más al respecto–. Creo que cumplo con el perfil
que la maestría requiere y estoy dispuesto a dar todo de mí para que los
resultados sean más que satisfactorios.
Creo tanto que estoy preparado para estar a la altura de
la maestría, que desde hace mucho tiempo entro a la página y estoy enterado de
lo más que se pueda. Sé, para dar solo un ejemplo, que, por mi formación
profesional, debo hacer los cursos de nivelación.
Aunque eso –meterme a cada rato a la página– me haya jugado una mala pasada.
Mentira, no, mala pasada no, así suena muy drástico, digamos que eso me dejó
una divertida anécdota: resulta que, como en los requisitos de la página decía
que había que presentar un bosquejo del trabajo de investigación, yo me dediqué
a hacer el bosquejo, lo titulé La reivindicación del mito del amor en la novela
Comedia Romántica de Ricardo Silva Romero, e incluso hasta me puse en contacto
con el autor para hacerle las respectivas entrevistas y demás. Me interesa
investigar dicha obra principalmente por su estructura, pues a la novela solo
la sostiene un diálogo entre la pareja protagonista. Un diálogo que dura toda
la vida.
No me lo están preguntando, pero, si llego a ingresar
este año la maestría, renunciaría a la agencia para dedicarme al estudio y a
las clases que dicto en la Universidad. Lo cual, supongo, sería una noticia que
le vendría muy bien al mundo de las agencias. Jajaja mentira. Es broma. Espero.
Es broma lo de la buena noticia para ellos, quiero decir, porque en cuanto a
renunciar para dedicarme solo a la maestría y a la docencia es muy en serio.
Ya llegué a la tercera página y me encuentro con una
compleja situación. Por un lado siento que los estoy aburriendo con tanta cosa
y me podría parecer que las probabilidades de ser admitido se reducen
considerablemente con cada palabra que escribo. Y por otro lado me queda la tentación
de contarles más sobre mí y, más importante aún, hacer mayor énfasis en mis
motivaciones para ingresar a la maestría.
Contarles, por ejemplo, que tengo una conferencia que, podría
decirse, es medianamente exitosa. Se llama El Cannes puede esperar y ya la he
dado en universidades de Cali y Medellín; podría también hablarles un poco más
sobre la grata experiencia que he tenido en la docencia; explicarles mejor
sobre qué trataría el trabajo de grado o dónde me veo en 5 años –pregunta que,
tengo entendido, no puede faltar en todo tipo de entrevista–.
Pero creo que ya es justo con ustedes. Si es que aún
siguen leyendo, claro, porque yo de ustedes ya hubiese abandonado el texto
desde hace rato.
Espero estar a la altura de la Universidad, de la Escuela
y, por su puesto, de la maestría. Pues sería un orgulloso ser egresado de la
Universidad del Valle.
Un gran saludo,