jueves, 18 de febrero de 2010

El talón de Aquiles: la cita

Después de tanto aplazar una cirugía que no me hicieron cuando niño, y al ver que cada vez se hacía más tarde: me preparé psicológicamente y le dije a mi mamá que me pidiera una cita con un especialista en penes.

Le pedí que preguntara entre sus amistades por un urólogo al cual yo pudiera dejarle mi futuro en sus manos, literalmente. Luego, pocos días después, mi madre ya tenía el contacto del dichoso doctor.

Se trataba del Dr. Juan Carlos Erazo, Urólogo Cirujano de la Universidad de Chile, quien atiende en la Clínica Imbanaco acá en la ciudad de Cali.

7:00 a.m.

-Aló

-Q’hubo, ¿ya se levantó? -era mi mamá

-¡No!

-¿Y qué piensa para levantarse?

-Nada má, por lo regular siempre estoy dormido antes de levantarme, y por más que lo intento, aun no he podido desarrollar esa habilidad

-Pues mijo, se va levantando

-¿Y por qué? Ni que hoy fuera la cita con el urólogo

-¡Si! Y es a las ocho, así que se va levantando ¿oyó? Es en la torre C, acá lo espero… Y ni si le ocurra llegar tarde.

Ella ya estaba allá. No porque sea una afiebrada esquizofrénica que llega una hora antes a sus citas, sino porque en esos días estaba realizando unas terapias en el mismo sitio.

7:15 a.m.

-¡Aló!

-Q’hubo ¿ya se levantó?

-¡Ay no!

-Vea Julián: la cita esta para las ocho. No vaya a llegar tarde porque mejor dicho. Ese Doctor es muy ocupado.

-Bueno

10 minutos más tarde

-¡Aló!

-Q’hubo ¿ya se levantó?

-Si señora

-¿y ya se bañó?

-Ahh ¿también hay que bañarse?

No me dijo nada y colgó.

Increíblemente y contra todos los pronósticos pude llegar a tiempo. No voy a negar que estaba un poco precavido –asustado, cagado- ¿Quién no? Yo había tenido citas con odontólogos, deportologos, dermatólogos, fonoaudiólogos -y hasta con manes que hacen logos- pero en cuestiones de urólogos, con quienes la cosa es más delicada, esta era mi primera vez.

Cabe agregar que mi mamá estaba como entusiasmada, ¿Entusiasmada? En una cita de esas lo último que uno siente es entusiasmo, claro, como no era ella a quien le iban a tantear su pequeño cómplice.

Con valentía e indecisión me le acerqué a la secretaria, le dije que yo era Julián Hernández, el del blog, y que tenía cita con el doctor. Ella, con la amabilidad que caracteriza a la secretarias me dijo que ya me hacia seguir, y que mientras tenía que llenarle unos daticos.

A pesar de que eran preguntas de rutina, debo confesar que vacilé un poco cuando me preguntó cuanto media, es decir, si hubiera ido al odontólogo hubiera dicho 1,82 mt. Pero como estaba con ya-saben-quien no sabía por cuál de los dos estaba preguntando.

En esas salía un señor del consultorio, no era el doctor, era un paciente. Paciente que salió bastante contento, cosa que me dejó más prevenido. ¿Qué es peor: salir triste o contento del urólogo? No lo sé, hubiese preferido que no hubiera salido nadie. ¿Qué se hace allá dentro? ¿Por qué ese señor salió con cara de ponqué? Sabrá Dios.

-señor Hernández, siga –me dijo la secretaria

-señorito –la corregí

Mi madre, muy querida ella, me preguntó que si quería que me acompañara, yo le dije que no, que tranquila, que de mejores cosas se había perdido.

Abrí, entré, cerré y me senté.

-¿Qué mas Julián? –el hombre era picadísimo a que rompía el hielo

-Bien bien doctor, todo bien

-ahh bueno, contame ¿Qué te trae por acá?

-No pues por acá me trae el M.I.O pero hoy me vine en taxi

-jajaja hombre, en serio ¿Qué te trae por acá?

-Pues doctor ¿cómo le dijera? Es que mi madre, con lo excelente madre que es, fue lo suficientemente irresponsable como para no haberme hecho la circuncisión

-¿Qué? ¿En serio? ¿No te baja? Déjame ver

-¿Qué? ¿Cómo así? –Le dije- ¿así no más? ¿Sin un vinito… un piropo… ni una picadita de ojo?

-No hombre, en serio, bájese los pantalones y acuéstese allá

Efectivamente yo hice caso, me bajé los pantalones y fui a acostarme en la camilla.

Él lo observó, lo tanteo y me dijo listo.

-¿listo? –le pregunté

-Si, listo

-¿Ya me hizo la circuncisión?

-No, esa la hacemos en una semanita más o menos. Lo que digo es que ya vi suficiente. Venga le explico cómo es la cosa.

Volvió al escritorio y me instruyó del tema, me dijo las bondades de la circuncisión, el porqué había que hacerla, como era el procedimiento y su debida recuperación.

*este relato continua con ‘El talón de Aquiles: la cirugía’ espérela.