domingo, 1 de noviembre de 2009

Cagado y con el agua lejos

Durante mi corta y poco exitosa vida me he dado cuenta que la gente es muy acomplejada respecto a la cagada se refiere. No hablo de las cagadas que hago cuando estudio; o de las cagadas que les he hecho a algunas viejas, compañeros del colegio, de la U, etc. Ahí perdonaran todo lo malo. Hablo de las cagadas, cagadas; las literales, las cafecitas, malolientes, blanditas ellas, gruesitas algunas, y cuanta variedad exista.

Decía pues, que las personas tenemos un trauma bastante grave con el arte de cagar. Le han cambiado de nombre y hasta le han puesto apodos: la gente –y sobre todo las mujeres- no van al baño sino al tocador, no cagan sino que hacen del cuerpo, no hacen popo sino pupis, no se tiran pedos sino fotecitos, y además juran que les huele a una esencia floral –como si desayunaran con Sampic-.

Cuando estaba en el colegio recuerdo que todo el mundo negaba haber cagado siquiera una vez allá.

-Nooo, nunca, aquí en el colegio nunca he cagado –decían

Esta bien, yo también hacia parte de esa gran mayoría.

Es que cuando le dan ganas a uno, le dan ganas. No hay nada que hacer. Bueno, solo una cosa: evacuar, rendirle cuentas al organismo. No hay más.

Aunque en su tiempo me dio pena admitirlo, hoy lo confieso y grito a los cuatro vientos que yo también cague en el colegio. No le veo nada de malo a eso, lo malo no es cagar, lo malo es no limpiarse. Y en mi caso siempre me las ingeniaba para conseguir un papel, higiénico obvio; no falta el que se limpia con hojas de cuaderno y cree q uno también, en serio, supe de unos casos.

Cuando fui a entrar a la U, mi primo me dijo que tuviera presente tres cosas: que me fuera en Coomoepal 10, que cagara en un cuarto piso y que las de mercadeo son unas perras.

Dándole uso a esa 'ley Autónoma' ya son tres las veces que me ha tocado subir a un cuarto piso.

Hace algunos días en la U, estando todavía enyesado –¿ahh no les he contado?, ya no tengo yeso- me dieron las propias ganas de desechar la comida que mi cuerpo digirió.

-Juemadre no voy a poder aguantar –me dije a mi mismo

Pues era la una de la tarde y yo salía a la seis. Tenía -quería- quedarme a una conferencia de Cesar Beltrán.

Al ver que mis predicciones eran ciertas, que la luna se ubicaba paralelamente a Saturno y a cinco grados de la Tierra -serios indicios de no aguantar-, decidí subir al cuarto piso. No un cuarto piso cualquiera, sino al cuarto piso del ala sur, donde se encuentran algunas facultades y una que otra oficina administrativa.

Como estaba en el sótano, me dirigí hacia el ascensor l e n t o, muy l e n t o –yo, no el ascensor-.

Cuando este paró en el primer piso, salió un cuchito y entró una vieja ahí toda picada a loca.

Nunca nos habíamos visto, nos conocimos es una rumbita y desde el día siguiente me mira mal la muy malparida esa, no se que le hice pero le caigo mal. Pero sabes que: vos también me caes mal, ¿Por qué? No se, pero me caes mal.

En fin, la boba esa se bajó en el tercero y pues yo en el cuarto.

Como en las pasadas ocasiones había realizado esta odisea en los cuartos pisos de las aulas, no sabia donde estaba el baño allá en ala sur, y mientras lo ubicaba me di cuenta de que allá en ese edificio, en ese piso, queda nada más ni nada menos el restaurante de los profesores y junto a él, el gimnasio de los mismos.

Ahí afuerita estaba Mónica, la directora de mi carrera, quien me conoce y me estima bastante, un saludo para ella, se que me esta leyendo.

Por supuesto que, apenas la vi, a mi se me bajo todo, no, al revés, se me subió. En fin, no quiero ser tan grafico. A lo que voy es que a penas la vi se me quitaron las ganas de una.

Me hice el huevón –cosa que sé hacer muy bien- y como ella no me había visto comencé a bajar para abajo -ni modo que para arriba-. No mentira, comencé a bajar al tercer piso, donde queda la facultad de humanidades.

-ay, usted que hace bajando escaleras –me dijo a penas me vio

-ehhh no, es que vengo para humanidades, yo creí que era en el cuarto piso –le dije mientras dudaba de mi propia versión: ¿yo, en humanidades? Jajajaja ¿pa´que?

-ahh bueno, mucho ojo, no camine mucho –volvió a decir mientras se reía viendo mi particular swing al caminar

Entré a humanidades, puse cara de huevón e hice el amague como si estuviera buscando a alguien.

Fui hasta el fondo... volví, tranquilamente pudieron haber pasado unos 15 minutos. Igual estaba sin afán: ya no tenía ganas de 'hablar con el presidente'.

Al salir de la facultad me encontré con Charlie Andriu, el ex director de mi carrera y quien es parcero mío.

-no no no, ¿que le paso viejo? –me preguntó con su singular acento paisa

-ahh hermano, usted sabe que cuando uno es calidoso… -todos sabemos que no, pero yo quería dármelas de buen jugador

-no no no, ¿y cómo fue?

Ahí me puse a explicarle todo con lujo de detalles.

Por fortuna, aquella misión que había emprendido momentos antes se había quedado inconclusa. Me fui a la dichosa conferencia, cuando salí llame al Fi para que me recogiera, llegue a mi casa, termine la misión, estuve en aquel limbo que describía Kaleth Morales y fui feliz.

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