martes, 2 de marzo de 2010

El talón de Aquiles: la cirugía

(Esta publicación es la continuación de ‘El talón de Aquiles: la cita’ )

A Ximena Amaya y Daisy (¿se escribe así?) Herrera: pilares importantes para que esta publicación saliera hoy (y no después)


De ahí salí para coomeva, entregué un par de papeles y me dijeron que en ocho días fuera por las órdenes de la operación.

Efectivamente: ocho días después estaba allá reclamando lo mío. Después fui al consultorio del doctor a la cita pre quirúrgica. Estando allá aproveche para volverle a preguntar los famosos beneficios de la circuncisión –no sé si ya les haya contado, sufro de Alzheimer-.

-Julián, creí que ya te había dicho eso

-Si doctor, pero es para reconfirmar los datos. Es que yo escribo en un blog, y mínimo mínimo se me olvido ponerlos en la primera publicación

-Bueno, la circuncisión, aunque no parezca es muy importante: la parte que te voy a quitar…

-¿lo que me va a quitar? –alarmado lo interrumpí- ¿me va a quedar mas chiquito?

-No, el tamaño no se va a afectar. Lo que te voy a quitar es el cuerito que cubre la cabeza del pene, ven te muestro

-¡No! Aquí el que muestra soy yo, no tiene que ser tan grafico doctor, yo confío en usted

-Ay Julián ¿usted que tiene en esa cabeza?

-Cuero, usted me lo va a quitar ¿ya se le olvido?

Como era de esperarse, no me hizo caso y siguió. Desabotonó las mangas de su camisa y me ilustró con un ejemplo en el cual intervenía también su mano. A mí la verdad se me hizo muy difícil asimilar la metáfora.

Volviendo a los beneficios, me dijo que ante todo la salud, la higiene: que la parte que me quita es justo la parte más receptora de enfermedades de transmisión sexual, y también, la parte más sensible, por ende, ya quitada aquella parte, uno dura más.

Son más los beneficios pero no me acuerdo bien, se los quedo debiendo, o búsquelos por internet, o pregúntenle a un doctor, o ¿que se yo? Esperen y poco a poco yo les voy contando.

En aquella consulta no me demoré mucho. Ese mismo día también me atendió el anestesiólogo, me pasó la dieta para el día de la cirugía y me dio un par de recomendaciones más.

DIA DE LA CIRUGIA

Ese día me levanté temprano porque tenía que almorzar bien trancado: un consomé, un juguito de mango y dos galletas Ducales. Las Ducales –me dijo el doctor- eran para evitar que sintiera hambre –lo malo fue que no dijo durante cuánto tiempo, porque a la hora ya me estaba muriendo del filo tan hijuemadre que tenia-.

Eran las cuatro de la tarde y yo ya estaba en la sala de espera del quirófano. Era un cuartico chiquito y no había mucha gente: una muchacha, su mamá (la de ella), dos señoras, un señor, mi mamá y yo.

Una enfermera vino por mí y me llevo a un cuarto que hacía las veces de vestidor. Allá me cambié, me pesaron, y volví a donde estaba mi mamá.

Cuando llegué me encontré con que esta ya estaba contándole la vida entera a la otra señora, la mamá de la muchacha que estaba allá –no se la de ustedes, pero mi mamá tiene una inmensa necesidad de hacer amigos donde sea, no pierde oportunidad alguna: en la fila de un banco, comprando la leche en la panadería, o en su defecto, en un quirófano-.

Pude notar que tanto la muchacha como su mamá (la de ella) me miraron con cierta picardía, indicio de que ya sabían de que me iban a intervenir. Por mi parte, no vacilé en detalle alguno, me senté al lado de mi madre e hice como si ahí no estuviera nadie.

Me quede sin que pensar y de inmediato mi cabeza se llenó de pensamientos negativos, la ansiedad que me había guardado durante el fin de semana me invadió en tan solo segundos. No quería pensar en nada, no quería sentir nada, pero era inevitable. Sentí miedo como nunca antes había sentido. Trataba de reír, trataba de ocultar lo que estaba sintiendo, pero fue imposible: una madre siempre percibe lo que está sintiendo un hijo.

Apoye mis brazos sobre mis piernas y me incliné hacia adelante. En momentos como ese las palabras sobran, las palabras no existen: mi mamá con tan solo sobarme la espalda me hizo sentir que contaba con todo su apoyo, con toda su fuerza, que todo iba a salir bien, que ella iba a estar ahí, como siempre ha estado, como siempre va a estar, va a estar ahí incondicionalmente para lo que yo necesite. Como solo lo hace una madre.

Y me odié. Me odié por no haber estado con ella cuando a ella le tocó. En el ultimo año y medio la han intervenido quirúrgicamente tres veces y en ninguna he estado con ella, en ninguna le sobe la espalda como ella lo hizo, en ninguna le pase mi fuerza como ella me la pasó, en ninguna me estuve cinco horas en la sala de espera. Maldita sea.

Es inevitable pensar que tu vida está en juego, pues una operación, por más sencilla que sea, siempre tiene su riesgo.

Perdí la noción del tiempo, no sé cuantos minutos pasaron, no sé si fueron muchos o si fueron pocos, estaba sumergido en un mar de pensamientos sin sentido. De repente reaccioné y caí en cuenta que estaban hablando de mi

-Lo peor es que le tiene pánico a las inyecciones –le dijo mi mamá a la mamá de la muchacha

-¿En serio Julián? –ya se sabía mi nombre y todo

-No, esa era antes, ahora soy un hombre nuevo

Fue tranquilizante saber que hasta en esos momentos tenía la capacidad de mamar gallo. En esas llegó una enfermera, cogió unos papeles que estaban sobre la mesa, al ver que era el único hombre presente, me miró y me preguntó que si estaba listo. Yo asentí con la cabeza, abracé a mi mamá y me fui con la enfermera.

-Hola Julián, yo soy Patricia y voy a estar contigo durante todo el procedimiento –me dijo mientras caminábamos hacia el quirófano

-Gracias –le dije- ¿me haces un favor? Lo que pasa es que creo que me puse la batola mal, mira si se me están viendo las nalgas, porfa

Con la famosa técnica del ‘no, pero venga veo’ me abrió la bata a mitad de camino, echó un vistazo y me dijo:

-Ahí te la acomodé

Seguimos caminando, notaba como mi respiración se tornaba más lenta cada que nos acercábamos.

Quirófano número dos, me recibe Andrea, me dice que ella es la instrumentadora, me sonríe, me tranquiliza, dice que todo va a salir bien, que el médico debe de estar por llegar. Patricia me acuesta en esa vaina donde lo operan a uno y trata de ponerme charla, me pregunta cosas sobre mi vida; cada dos segundos me preguntaba que si estoy listo, que si tengo nervios. Titubeando le digo que no, que ni lo uno ni lo otro, que no estoy tranquilo pero que no tengo nervios. Estoy temblando. No paro de temblar.

El reloj avanza, ellas hablan entre si, a veces meto la cucharada. Sigo temblando, Patricia me arropa, me sonríe, me dice que ya me van a ir preparando, coge una aguja y me cauteriza una vena de la mano izquierda. No me dolió.

Miro el reloj, hace 20 minutos me debieron haber operado, sigo temblando, no siento el frio ¿será que es tanto el frio que ya ni lo siento? ¿Será que no es frio? ¿Será que son los nervios? Al lado del reloj hay un Jesucristo colgado en la pared.

-Señor, me alegra verlo por acá –mentalmente le digo al Jesucristo

No me responde nada, no necesito que me responda, sé que me está viendo, sé que me está escuchando.

-Así mi relación con tu iglesia no sea la mejor –le sigo diciendo- vos sabes que yo a vos te llevo en la buena. Vos sabes que vos quisiste que fuera así, y entre todo, vos sabes que yo a vos te caigo bien

Él sigue sin responderme.

-Pase lo que pase –continuo- gracias por todo…

-Buenas tardes –llego en anestesiólogo

-Doctor, ¿Cómo esta? –le dice Patricia

Él se acerca, me pregunta como estoy; le digo que he estado mejor, pero que no me puedo quejar; me dice que el doctor se está cambiando, que no demora; le digo que no importa, que si lo voy a ver antes de dormirme, que lo que pasa es que tengo algo muy importante para decirle. Me dice que listo, que no me preocupe. Patricia y Andrea le cuentan al anestesiólogo todo lo que les había contado, el ambiente se torna familiar, se me sale una carcajada, ellas también se ríen.

En esas llega el doctor, y con él, un frio que me recorrió todo el cuerpo. Creo que me puse pálido, estoy seguro que me puse pálido.

-Buenas ¿como están? –saluda el viejo JuanCa, el Urólogo

-Bien doctor –al unísono responden Patricia y Andrea- lo único es que llegó usted y este señor se puso pálido

-¡Señorito! –las corregí

De repente oí una voz que provenía de atrás

-sigue respirando –era el anestesiólogo

¿Sigue respirando? ¿Cuándo empecé a hacerlo? ¿En qué momento me pusieron esta careta? –estaba algo desubicado, como tonto.

-¿ya me voy a dormir? –le pregunte al anestesiólogo

-Si

-Bueno –dije con voz muy sabia- mi futuro está en sus manos, literal. Yo quiero tener dos hijos, ser padre es mi mayor anhelo… Mucho ojo Doc, bien pulidito, yo veré…

-Julián

-¿Quién es usted? ¿Dónde estoy?

*Esta historia continua con ‘El talón de Aquiles: una horrible recuperación’ su última entrega, espérela*

PD: el Hijo de Yaneth rechaza el cambio de horario del Noticiero 90 Minutos. Abadía: vete al carajo

12 comentarios:

  1. Ps parce aquì este hombre a lo bien casi llora de leer ciertas partes de la señora madre. Ahora no sabia que sufrias de una enfermedad apenas me desayuno, bueno home! yo solo le puedo decir que usted es unico en su especie que todo te salga bien y que la recuperaciòn sea para siempre. mis mejores deseos Dios lo Bendice niño julian :D

    ResponderEliminar
  2. Viejo Juli, como siempre geniales sus publicaciones, espero que la próxima entrega no sea tan demorada como esta, y bacano el detalle para con su madre, recuerde que nunca es tarde para estar con ellas, un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. jajaja esto es para reir y reflexionar... lo que más me llego, claro, el comentario sobre el apoyo de la madre.. ni manera.. madre solo hay una y lástima que nohaya podido estar ahí.

    Pero vea.. haga un monólogo y váyase de gira jaja

    ResponderEliminar
  4. solo tengo algo para decirle hayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy,
    rezare por usted para que DIOS le llene de salud y sanidad y lo aleje de toda nueva operacion

    ResponderEliminar
  5. bueno esperaré con impaciencia la 3 parte :)... me encantó!!!!

    ResponderEliminar
  6. Me da gusto ver que no deja la historia sin un final. Uno no valora completamente lo que las mamás hacen por uno, aunque su deseo de querer tener hijos me demuestra lo importante que es para usted el rol de padre. Ya quiero leer la tercera parte, e intentaré no dispersarme para poder leer el blog completo.
    Un saludo, #ingrato

    ResponderEliminar
  7. Ya quiero leer la tercera entrega, señorito Julián.

    ResponderEliminar
  8. Es muy interesante la forma en la que se pasa de la risa a la conciencia en dos párrafos. Siempre he pensado que una cirugía (sea cual sea) nos hace anticiparnos tanto a una muerte prematura que merece la pena ser relatada.
    Me divertí mucho, luego me preocupé. Eso sí, espero la conclusión de la historia!!!

    ResponderEliminar
  9. Sabes qué Juli, no diré que "valió la pena la espera". Este post tiene algo más.
    Como siempre me robaste muchas sonrisas, pero casi me haces chillar!! Me conmovió mucho lo que dijiste de tu mami, porque por muy mamagallo que seas se nota que eres una buena persona con grandes sentimientos (aprovecha que no te lo repito). Y es bueno que momentos como ese te pongan a reflexionar acerca de tantas cosas, y te hagan caer en cuenta de los errores y fallas que has tenido sobretodo con ella, tu mamá... nuestras madres... ay qué ingratitud... y bueno pa no hacer post xD
    Gracias por mencionarme y a la niña Xime, se escribe Deicy, pero no importa, qué orgullo... seguiré con mi #sindicato porque ví que no soy la única que piensa que te demoras jeje.

    ResponderEliminar
  10. Sonrisas y reflexión ..Interesante post! a ver si se demora menos publicando..Me uno al #sindicato de Peyton!

    ResponderEliminar
  11. Excelente Post!... bueno aunque a mi no me parece raro, entontrar de este tipo de publicaciones aqui!... La primera parte fue para reir! Esta si me puso a pensar mucho! Gracias! Y espero que vos estes mejor!

    ResponderEliminar